Las uñas no solo cumplen un rol estético, también son una ventana hacia la salud general del organismo. Un cambio en su forma, color o textura puede advertir desde deficiencias nutricionales hasta patologías más serias.
Más allá de lo estético, las uñas funcionan como un espejo del estado general del organismo. Estrías, cambios de color, debilidad o manchas pueden ser señales que conviene atender a tiempo.

Las uñas no solo cumplen un rol estético, también son una ventana hacia la salud general del organismo. Un cambio en su forma, color o textura puede advertir desde deficiencias nutricionales hasta patologías más serias.
Los especialistas insisten en que prestar atención a pequeñas alteraciones y consultar a un médico ante cualquier duda es clave para un diagnóstico precoz.
Aunque muchas veces se trata de cuestiones leves o hábitos cotidianos, en otros casos pueden esconder problemas que requieren tratamiento.
Las uñas pueden presentar distintos tipos de alteraciones. Estas son las más frecuentes y lo que podrían estar indicando:
Estrías en las uñas: pueden ser longitudinales o transversales. Las primeras suelen ser hereditarias y no implican enfermedad. En cambio, las segundas pueden marcar una interrupción en el crecimiento, lo que requiere una consulta médica.
Uñas blandas y débiles: cuando aparecen finas y sin consistencia, pueden relacionarse con enfermedades crónicas, anemia o cuadros reumáticos. También son frecuentes en personas expuestas de manera repetida al agua.
Separación por capas (onicosquisis lamelar): se observa sobre todo a partir de los 50 años y suele estar asociada al contacto excesivo con agua o productos de limpieza.
Uñas amarillas: este cambio de color puede tener varias causas: el uso frecuente de esmaltes, infecciones bacterianas o fúngicas, e incluso enfermedades como la psoriasis.
Uñas encarnadas: más comunes en jóvenes, pueden ser hereditarias o consecuencia de un mal corte o traumatismo. El calzado adecuado y la higiene son claves para prevenirlas.
Hongos (onicomicosis): representan la alteración más habitual. Se manifiestan con engrosamiento, cambios de color y acumulación de material bajo la uña. Requieren tratamiento específico.
Microtraumatismos: frecuentes en quienes realizan deportes de impacto o usan calzado ajustado. Producen rayas de color violáceo o amarillento. Generalmente no son graves y desaparecen al eliminar la causa.
Manchas blancas: conocidas como leuconiquia, son muy frecuentes y no se deben a falta de calcio, como suele creerse. En la mayoría de los casos se originan por pequeños golpes en la cutícula. Solo si son extensas pueden asociarse a enfermedades como insuficiencia renal o cirrosis.
Uñas mordidas (onicofagia): además de su impacto estético, generan microtraumatismos, inflamación y alteraciones en el crecimiento. También pueden afectar la salud dental.
Déficit de proteínas: la debilidad persistente de las uñas puede estar vinculada a una dieta pobre en proteínas. En estos casos, la alimentación equilibrada o suplementos específicos ayudan a revertir el cuadro.
Uno de los cambios más frecuentes en las uñas son las pequeñas manchas blancas. Popularmente se cree que indican falta de calcio, pero en la mayoría de los casos esto no es cierto.
Los especialistas explican que se deben a microtraumatismos cotidianos, como un golpe leve o la presión al introducir la mano en un bolsillo ajustado. Solo si esas manchas son grandes o persistentes podrían asociarse a patologías más serias, como cirrosis o problemas renales.
Por eso, la recomendación es observar la evolución y, si los cambios no desaparecen con el tiempo, acudir a una consulta médica para descartar otras causas.




