Con el objetivo de difundir el trabajo de artistas plásticos santafesinos de distintas épocas, Diario El Litoral y Santa Fe Arte iniciaron un ciclo de entrevistas con especialistas. ¿La premisa? Tender puentes entre las generaciones actuales y las figuras que marcaron la pintura de la provincia.
Desde la mirada de Lucía Stubrin, investigadora, curadora y asistente técnica de la Dirección Provincial de Museos, la figura de Rosa Josefina Renk emerge como una artista esencial si se toma como parámetro la Santa Fe del último medio siglo.
Nacida en 1944 en Colonia San José, cerca de Franck, y radicada luego en Santo Tomé, Renk encarna tres condiciones: mujer, sorda y grabadora. En esas tres circunstancias, que podrían haber significado el silencio o la exclusión, encontró una forma de decir.
Lucía se toma el tiempo antes de hablar. Mira las obras que la acompañan, integradas al patrimonio del Museo Rosa Galisteo a través del Premio Adquisición Diario El Litoral.
El grabado como eje de su vida artística. Foto: Flavio RainaDe sus palabras, se deriva que considera a Renk una artista admirable. Es que nació sorda, pero eso no fue un límite, sino su manera de estar en el mundo. "Aprendió a desarrollarse con el apoyo de su familia", explica Stubrin.
Una vida desde los márgenes
La historia de Rosa Renk podría contarse como la de una mujer que hizo de la periferia un centro. Estudió Artes Visuales y se recibió de profesora en 1965. Se formó con Oscar Luna, uno de los referentes del grabado santafesino, y desde entonces definió su camino.
El grabado fue, justamente, su elección y su destino. "Pasó por la acuarela, pero cuando conoció el grabado entendió que era ahí donde debía concentrar su búsqueda y su formación. Y nunca más se apartó de esa técnica".
Esa técnica, históricamente relegado dentro de las artes visuales por su carácter múltiple y reproductible, fue también un territorio donde muchas mujeres encontraron visibilidad.
El grabado como territorio de visibilidad femenina. Foto: Flavio Raina"No es casual que haya tantas grabadoras mujeres. En ese espacio, considerado menor, ellas encontraron un nicho de visibilidad", remarca Lucía. Rosa representa ese desafío, si se quiere, multiplicado: mujer, sorda y grabadora. Se construyó desde los márgenes, y sin embargo creó una obra inmensa.
Ganó todos los premios provinciales y municipales de su disciplina. Fue una habitual en los salones santafesinos y una figura reconocida por sus colegas, aunque nunca buscó trascender más allá del ámbito provincial.
"Tuvo oportunidades de trabajar en Buenos Aires, pero eligió quedarse. Fue una decisión vital: quería que sus obras circulen en los lugares donde se sentía cómoda. No buscó la escena nacional. Eligió ser una artista de la provincia", señala Lucía.
El universo femenino y la máquina
A partir de mediados de los 70, la obra de Renk adquiere una impronta inconfundible. El grabado deja atrás el blanco y negro y se abre al color y a la figuración. "Su grabado es característico por el uso de varios tacos y varios colores. Es una obra de una riqueza técnica enorme", explica Stubrin.
"Eligió quedarse", dijo la entrevistada sobre Renk. Foto: Flavio RainaHay más: una presencia constante de figuras femeninas. Mujeres que trabajan, viajan, conducen máquinas o vehículos imaginarios. "Ella lo decía sin vueltas: las mujeres son más interesantes para representar", recuerda Stubrin.
Esa afirmación, directa, encierra una poética y una postura frente al mundo. En las xilografías de Renk, las mujeres nunca aparecen solas: viajan en grupo, se sostienen entre sí, comparten tareas y aventuras.
"El valor de la amistad, del compañerismo femenino, aparece siempre. Son mujeres empoderadas, decididas, aventureras. En acción. En un momento histórico en que esos temas no estaban en agenda, Rosa ya estaba mostrando otra imagen de lo femenino".
Su obra de los 2000 continúa esa línea. En las series llamadas Memorias RAM, Renk retrata rostros femeninos mezclados con máquinas, "mujeres-cyborg" que anticipan debates contemporáneos sobre tecnología, identidad y género.
"Las mujeres son más interesantes para representar", recuerda Stubrin. Foto: Flavio RainaColor, técnica y ruptura
En la entrevista, Stubrin se detiene frente a una de las obras premiadas. "Esta pieza marca un momento de transición: fue la segunda obra a color que realizó, en 1974. Utiliza cinco tacos, lo cual implica una enorme destreza técnica. A partir de entonces, el color no la abandonó nunca", señala.
Hasta ese momento, su producción se movía en el blanco y negro, con composiciones simétricas y modulares. Pero en esa obra, titulada "Eso, sólo círculo", aparece por primera vez el círculo, la forma orgánica, el movimiento.
"Es el paso de la geometría a lo humano. Empiezan a aparecer las curvas, los cuerpos, las presencias. Y con ellas, una mirada nueva", resume la especialista. El grabado, tallado en madera y luego impreso en espejo, demanda precisión, fuerza y paciencia. Renk dominó esa técnica con un virtuosismo notable.
"Tiene alrededor de 200 matrices originales. Si consideramos la posibilidad de reproducción de cada una, su producción es inmensa. Pero lo más importante es que cada obra conserva una identidad propia. Cuando uno ve un grabado suyo, lo reconoce de inmediato. Tiene su marca", dice Lucía.
Renk dominó ampliamente la técnica de grabado. Foto: Flavio RainaViajes imaginarios
El tema del viaje, real o simbólico, atraviesa la obra de Renk. En sus grabados aparecen autos, bicicletas, aviones, globos aerostáticos, trenes. Pero su territorio de inspiración siempre fue Santo Tomé y el paisaje del río Salado.
"En una de las obras premiadas se cuela la costanera santotomesina. Es el paisaje cotidiano transformado en metáfora, en sueño. Hay algo de la provincia que siempre regresa en su trabajo", cuenta Stubrin.
Cuando se le preguntó por los viajes, la artista respondió: "Viajo con mi imaginación creativa”. Y tal vez ahí esté una de las claves de su obra, moverse sin moverse, conocer mundos desde el taller, construir universos desde la introspección.
Adelantada a su tiempo
Para Stubrin, Renk fue una artista adelantada a su tiempo. En su obra ya están los debates de género, la idea de la mujer como sujeto activo, el vínculo entre cuerpo y máquina, entre arte y tecnología.
"Rosa demostró que el grabado puede ser un lenguaje potente, profundamente personal. Su trabajo merece más vuelo, más reconocimiento. Es hora de que ocupe el lugar que le corresponde dentro de la historia del grabado argentino".