Cuando era anunciado el doping positivo de Maradona en el Mundial de 1994, marcando el epílogo de una era con un protagonista excluyente y brillante como él, todos nos preguntábamos si íbamos a ser contemporáneos de alguien que se acerque a ese nivel de excepción. Kempes había sido la gran figura del equipo campeón del 78, pero Diego pulverizó expectativas y paralizó corazones como ninguno. Lo superó. Y se nos hacía muy difícil pensar en que íbamos a encontrarnos con alguien que lo iguale, sin saber que ese mismo día en el que Diego decía que le habían “cortado las piernas” en Estados Unidos, había un chiquilín de 7 años que deslumbraba en las canchitas de Rosario. Se empezaba a gestar el perfil inigualable de un sucesor con mayúsculas, llamado Lionel Messi.
No sé si, como dice Pekerman, Franco Mastantuono será el encargado de ocupar ese trono que quedará vacío muy posiblemente luego de terminado el Mundial del año que viene. Tendrá que demostrarlo en una carrera que debería extenderse casi como la de Messi, quien este jueves se anotó con dos goles que le permitieron convertirse en el único jugador en la historia en convertir goles durante 20 años con la celeste y blanca. Primero, habrá que decir que no cualquiera permanece 20 años en un nivel suficiente para ser convocado de manera permanente. Y segundo, el hecho de marcar goles cada vez que se cambió el número del año, también es algo difícil de lograr.
Pero si se quiere, no le carguemos tanta responsabilidad a Mastantuono y vayamos a un aspecto del juego que, alguna vez, se puso en el tapete con aquella famosa frase de Dybala: “Es difícil jugar con Messi”. Esos dichos le valieron críticas a Dybala, quien posiblemente lo haya dicho en un sentido no comprendido lo suficientemente. No debe haber algo tan fácil en un campo de juego que contar con un compañero que absorbe presiones y al que hay que darle la pelota de la mejor manera para que solucione cosas, sabiendo que tiene la capacidad técnica y la inteligencia para saber a la perfección qué necesita el compañero y cómo lo puede aprovechar.
Almada, otro más con el que Leo se entiende casi a la perfección. Foto: Fernando NicolaSiempre se buscaron socios para Messi, porque él los necesitó. Y el jueves, se vieron encuentros con Mastantuono –también con Almada- que nos invitan a pensar que en esas paredes que tiraron, en esa búsqueda permanente del uno con el otro, se pueden empezar a tejer redes de complicidades futboleras que entusiasman.
Mastantuono se paró en el lugar en el que siempre se para Messi, tirado por derecha y arrancando hacia adentro. Messi le cedió la raya y cuando el pibe, de 18 años recién cumplidos, decidió encarar, encontró al “10”, tiró paredes y armaron jugadas que no parecieron ser la de dos futbolistas que recién se están conociendo. La sociedad empezó a dar frutos desde el mismo comienzo y, para Mastantuono, no fue nada difícil entender y jugar con Messi.
Messi, el mentor de una Selección que debería haber llegado antes. Foto: Fernando NicolaMastantuono, Almada, Giuliano Simeone, Nicolás Paz, el Diablito Echeverry, podríamos sumar a Nicolás González, también a Valentín Carboni, a Soler, a Balerdi y a otros que se irán sumando en el tiempo que falta. Ellos forman parte de un reacomodamiento de piezas, de una “renovación de la renovación” que Scaloni hizo con una pulcritud casi quirúrgica, ya que nadie se siente desplazado y los históricos siguen encontrando su lugar, al que saben que tienen que cuidar acumulando merecimientos y demostrando que la palabra aburguesamiento no existe en el diccionario de este equipo.
Me fui convencido, de la cancha de River, que esos encuentros y esas paredes que tiraron Messi y Mastantuono son el inicio de una sociedad de zurdos que puede darnos grandes alegrías. Complicidades, búsqueda constante del uno con el otro y la sensación de que se conocían desde siempre, por más que Mastantuono haya llegado a este mundo cuando Messi hacía dos años que jugaba en la selección y ya había jugado su primer Mundial.