"¡Hola! Por favor, ¿podrías llamarme en unos minutos? Recién termino de dar clases", dice, casi excusándose y por audio de WhatsApp Silvina Hirschfeld (39 años), bailarina. De fondo se escucha un tanguito añoso, nostálgico pero rítmico, quizás de la mítica orquesta de Ricardo Tanturi, de don Carlos Di Sarli o de Ángel D'Agostino. Ella y su pareja de baile -y de la vida-, Walter Schefer (36), obtuvieron el primer puesto en la competencia preliminar y clasificaron nada menos que para el Mundial de Tango, que se realizará en Buenos Aires el mes próximo.
De la instancia previa participaron 25 parejas de las ciudades de Córdoba, Marcos Juárez, Gualeguaychú, Santa Fe, Las Parejas, Montes de Oca, Gral. Ramírez, Rosario, Paraná, Sunchales y Colonia Avellaneda. En la categoría de Tango de Pista ganó la pareja Hirschfeld-Schefer, que son entrerrianos de nacimiento pero que residen en la ciudad de Santa Fe, y aquí se desempeñan laboralmente.
Todos los años, el Mundial de Tango tiene lugar durante el mes de agosto en la meca del 2 x 4, Buenos Aires. Este 2022 se realizará en septiembre, del 13 al 17. Antes del certamen, en cada provincia participante se hace una "prueba" preliminar: "Todos los campeones de esas instancias pasan directamente a la semifinal del Mundial. Nosotros nos ahorramos todo ese proceso y al ganar, vamos directamente a las semis", explica con entusiasmo Hirschfeld a El Litoral.
Generosidad y lenguaje
En el imaginario social se piensa que es muy difícil aprender a bailar tango; que las técnicas y movimientos son muy complejos, incluso que se necesita tener un excelente estado físico. La bailarina echa por tierra este mito: "El tango es un género muy generoso porque no tiene edad. Es distinto a otras disciplinas de baile, donde sí influye el estado aeróbico, por ejemplo".
"Al tango lo puede bailar desde un niño hasta un anciano -amplía el concepto-. Todo depende de lo que uno quiera; si se desea aprender el baile social, cualquiera lo puede aprender. Es importantísimo saber conectarse con el otro, con su pareja. Es algo de a dos donde se necesita una comunicación. Basta sólo con animarse: sabiendo algunos pasos básicos ya se baila el tango en una milonga", dice la joven.
Algunos movimientos de la pareja, honrando el legado del 2 x 4. Se medirán con los mejores del mundo. Crédito: Gentileza Gabriel GutiérrezPero además, y en esto de la conexión humana, hay como una suerte de lenguaje de dos cuerpos: "Es la respiración, la mirada, el abrazo, la energía, la comunicación… Siempre hay un líder o un seguidor en los movimientos, y no importa si ese líder es varón o mujer. Bailar tango es bailar con un espejo", expresa la bailarina.
La preparación
En un nivel de alta competición la cosa es mucho más exigente, claro: cada 15 días, Hirschfeld y Schefer van a Buenos Aires a tomar clases con sus couchs, practicando el baile, entrenando esos dos cuerpos que deben volverse uno, pero también preparando la cabeza para el certamen internacional. Además, ambos dan en Santa Fe clases particulares (no grupales). Pero todos los días practican juntos: tienen un tiempo propio para la pareja de baile, pues es el proyecto de vida compartido.
La pareja, en el Festival de Tango BA del año pasado."Las expectativas de cara al mundial son muy buenas. Ya estuvimos en la final el año pasado. Y somos conscientes de que nos mediremos con los mejores. Por ejemplo, los bailarines rusos son muy disciplinados. Es una competencia en la que tenés que dar todo y lo mejor, con la idea de llegar a la final. Nuestro sueño es ganar el mundial", no deja de entusiasmarse
El cabeceo y los cambios sociales
-En las milongas, hoy el tango se debió aggiornar a las nuevas épocas; las vestimentas de bailarines y bailarinas son más informales, e incluso se ven parejas del mismo sexo bailando. ¿Qué le parece todo este cambio social en un género popular siempre tan estructurado?, preguntó El Litoral a Virginia Hirschfeld.
-La evolución que ha tenido el género adaptándose a los tiempos que corren es espectacular. Hay que aceptar y respetar; si sos mujer y querés bailar con otra y no con un varón, o viceversa, está perfecto. Siempre respetando el espacio y el cuerpo del otro. Como bailarina, puedo decir que las resistencias tradicionalistas en las milongas son cada vez menos. Me parece hermoso que se pueda evolucionar en este sentido.
Además, siempre existió el código del cabeceo (es una seña que hace el varón a una mujer, o viceversa, para ver si acepta bailar, y no tener que cruzar toda la pista y recibir un no como respuesta). Pero nadie te debe obligar a bailar con alguien si no querés. Hoy se ponen más límites que antes, y eso es muy bueno.