Conocí a Alejandra Oliveras hace casi veinte años. Fue en 2006, en la ciudad de Córdoba, el fin de semana previo al de su primera consagración mundialista, seguramente la de mayor impacto y trascendencia de toda su carrera. Me refiero a la que logró frente a la anfitriona Jackie Nava en el Palenque del Hipódromo de Tijuana, México, por el título del peso supergallo del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), el 20 de mayo de aquel año, produciendo un verdadero batacazo y consiguiendo, de visitante, un triunfo categórico (GKOT 8) como el que ninguna otra pugilista argentina pudo repetir o equiparar hasta la fecha (Nava cayó como “adormecida”, por un durísimo e impecable cross de izquierda –ojo, los norteamericanos lo llaman “gancho” y le dicen “cruzado” al directo- y el árbitro prefirió parar el combate sin necesidad de contar hasta 10).
Me viene el recuerdo como un destello. Alejandra era una rubiecita simpática y bastante locuaz, que distaba mucho en su apariencia física a la que pudimos observar de 2013 en adelante, que ya tenía el llamativo mote de “Locomotora”. Ella había estado guanteando con uno de sus compañeros del gimnasio Corral de Palos (si no mal recuerdo, con Julio “Chupete” Ler) y se disponía a realizar el rutinario manopleo con su entrenador de entonces, el inefable Carlos Tello (fallecido en 2011, igual que don Amílcar Brusa). Yo me encontraba en dicho lugar con un grupo de colegas de todo el país, con quienes participábamos de las actividades del evento “KO a las Drogas” que por esos días se llevaba a cabo en la capital mediterránea, organizado por la Asociación Mundial de Boxeo (AMB).
Faltaban muy pocas horas para que Alejandra y Tello emprendieran su vuelo a tierras mexicanas. ¿Qué nos íbamos a imaginar que esta ignota chica, apenas conocida por un puñado de cordobeses, lograría semejante victoria contra la reconocida y promocionada “Princesa Azteca”, de por sí una muy buena boxeadora? Por más fe que se tuvieran ella misma y el propio Tello, supongo que ni por asomo Alejandra pensaba lo que le tocaría vivir algunos días más tarde contra la monarca del orbe.
Alejandra “Locomotora” Oliveras fue campeona mundial en tres categorías. Foto Archivo.Miro su récord profesional y a regañadientes redondeo sus números con las dos peleas postreras que realizó para la World Pugilism Comission (WPC), o “Comisión Mundial de Pugilismo” si se quiere, aunque sin otorgarle rango de peleas mundialistas. Debutó como profesional el 12 de agosto de 2005 y sus últimos dos combates (el 8 de abril de 2017 y el 12 de mayo de 2019), insisto con esto, fueron bajo la órbita de la WPC, de la que periodísticamente puedo aceptar su existencia jurídica, pero de ninguna manera su pretendido estatus “institucional” como organismo paralelo a la FAB, ni mucho menos su alcance o condición de entidad “Mundial” (porque lisa y llanamente no lo es… y a esto se lo discuto a cualquiera que sea miembro o simpatizante de la WPC).
Alejandra completó en el profesionalismo 39 presentaciones, con 34 triunfos (17 antes del límite), 3 derrotas (todas por puntos y estando en juego títulos mundiales serios) y 2 empates (uno, en la revancha contra Jackie Nava). Sus cuatro obtenciones mundialistas reconocidas, fueron la ya detallada contra Nava y las tres que describo a continuación (justamente las consagraciones que le permitieron en 2015 entrar en el Libro Guinness de los récords por ser en ese momento la única mujer en el mundo que había ganado cuatro títulos mundiales de boxeo en diferentes divisiones).
* El 12 de agosto de 2011, en el club Estudiantes de Río Cuarto (Córdoba), le GRTD 5 a la colombiana Liliana Palmera, estando en disputa por el cinturón del peso liviano vacante de la AMB (su rival fue retirada al inicio de la quinta vuelta), con Brusa en su rincón (el último título del mundo que Amílcar logró como entrenador).
* El 5 de enero de 2012, en el Gimnasio Municipal Santiago Luján Saigós, San Antonio de Areco (Buenos Aires), le GKO 5 a la mexicana Jessica Villafranca, quedándose con el título pluma vacante de la Organización Mundial de Boxeo (OMB).
* El 11 de octubre de 2013, en el Gimnasio Pay Zumé, del Club Unión Santo Tomé, le GKOT 7 a la colombiana Lely Luz “La Roca” Florez, para adjudicarse el cetro vacante de la categoría superligero en la versión del CMB.
El 4 de diciembre de 2008, en el Luna Park de Buenos Aires y a estadio repleto, protagonizó con Marcela “La Tigresa” Acuña el que es considerado unánimemente como el más importante enfrentamiento en la historia del boxeo argentino femenino. Luego de “picantes” cruces verbales, que calentaron el ambiente durante meses y en realidad tuvieron su continuidad más allá de lo que pasó aquella noche en el “Madison de Sudamérica”, el pleito se lo llevó su oponente con una victoria por puntos muy cerrada y prácticamente por un solo round de diferencia (al margen de las tarjetas de los jueces): el quinto, el de la caída de Alejandra.
Gimnasio de Alejandra "Locomotora" Oliveras en - Santo Tomé. Foto: ArchivoNo compartí, para nada, muchas de sus decisiones y realizaciones deportivas y “extra” deportivas (por llamar de alguna manera a muchas de las polémicas mediáticas generadas en torno a su figura) de los últimos diez años -en especial las que tuvieron relación con la WPC-, pero la despido con sincero respeto y genuina tristeza en estas amargas horas. Durante la pandemia participé de un documental sobre su vida y allí me referí a su historia, sus logros y sus controversias en los mismos términos en los que lo hago ahora.
Sabemos que fue jujeña de origen, sí (porque nació en El Carmen, Jujuy, el 20 de marzo de 1978), y que vivió muchos años en la provincia de Córdoba, pero había elegido ser santafesina por adopción y así lo hacía saber a todo pulmón. A su estilo, como un torbellino (algunos dirán, con cierta lógica, “como una locomotora”) … sin pasar desapercibida jamás.