Queridos Amigos. ¿Cómo están? ¿Cómo se encuentran? Espero que bien. Para muchos ha comenzado el tiempo de receso de invierno, de descanso para los alumnos, docentes y no docentes. Mis felicitaciones a todos. Por otro lado, ya se aproxima la Fiesta Patria del 9 de Julio. Celebrar los doscientos nueve años de la Independencia es un momento oportuno para recordar los hechos históricos, pero también renovar nuestro compromiso ciudadano y cristiano. La realidad de nuestra patria nos desafía cada vez más.
Es preocupante la miseria intelectual, moral y ética de algunos legisladores y políticos. Revuelve el estómago cuando algunos de ellos hablan despectivamente de otros o se insultan. Parece que no se dan cuenta que eso ya nos ha cansado hasta el hartazgo. Realmente estamos muy mal como comunidad. Y en este contexto tan complejo de nuestra patria, los textos bíblicos del décimo cuarto domingo durante el año nos recuerdan, una vez más, el mandato misionero orientado al compromiso cristiano, patriótico y ciudadano. En el evangelio de San Lucas leemos:
"(…) En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: La mies es abundante y los obreros son pocos; rueguen, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Pónganse en camino! Miren que los envío como corderos en medio de lobos. No lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saluden a nadie por el camino. Digan a la gente, el Reino de Dios está cerca de ustedes".
El Reino de Dios, es decir una sociedad justa y fraterna anunciada por Jesús, no se encuentra, no se decreta, se construye. Me maravillan, por lo menos a mí, las actitudes de los Apóstoles. En poco tiempo llevaron el Evangelio a todo el Imperio Romano y Asia Menor. No tenían medios técnicos como tenemos nosotros, no tenían aviones, computadoras, celulares, pero tenían un gran celo apostólico. La evangelización no depende de los medios técnicos, ni de la ciencia, depende de los corazones ardientes, apasionados y decididos. San Pablo llega a decir: "Ay de mí si no evangelizara".
Cuando Jesús envía a sus Apóstoles, les dice: "Los envío como corderos en medio de lobos". Con esto anuncia que la sociedad donde deben operar no es neutra, no es un campo virgen e inmaculado. En la sociedad hay gente buena, abierta a escuchar la voz de Dios, y otros grupos de personas que rechazan y no aceptan el Evangelio. Lamentablemente, mirando nuestra realidad y observando los hechos diarios, constatamos que hay planes de destrucción para las futuras generaciones que afectan a nuestros niños, adolescentes y jóvenes.
Así, por ejemplo: se nos impone la Ley de Aborto, la ideología de género, el lenguaje inclusivo, un nuevo modelo de familia distinto a la de nuestra fe, a la vez que se extiende el narcotráfico como un verdadero cáncer, hipotecando la vida de muchos hermanos nuestros. Y, sin embargo, en este mundo y no otro, debemos anunciar la Buena Noticia. Cuando llegaron los primeros verbitas (misioneros del verbo divino) a la Argentina -al final del siglo XIX-, comenzaron por la educación, por la creación de la escuela, porque nuestro fundador, el padre Arnoldo Janssen (ver aparte), sabía que la escuela es un espacio privilegiado de evangelización de niños, adolescentes y jóvenes.
Fundar una escuela es optar por el futuro, educar a la gente significa soñar con un mundo mejor. Descuidar la educación es optar por la decadencia. Solo el hombre es racional y espiritual. Las otras especies no tienen esta capacidad de razonar. Yo no he visto canguros preocupados por el futuro. Yo no he visto búfalos preguntándose: ¿Qué voy a hacer? ¿Qué mundo quiero construir? No se preocupan por el futuro. Todo lo necesario para su crecimiento lo tienen dado por la biología.
Mis queridos Amigos. Al celebrar los doscientos nueve años de la Independencia debemos alabar a Dios por la patria que tenemos pero también reflexionar preguntándonos: ¿Qué aportamos a la felicidad de nuestra patria? La realidad argentina actual es muy compleja, tiene sus dificultades y sus crisis, pero también presenta inmensas oportunidades. Que Dios nos bendiga y que cada uno de nosotros sea misionero, constructor de una patria nueva, justa y fraterna. Porque otro mundo sí es posible. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Un misionero muy especial
Arnoldo Janssen nació el 5 de noviembre de 1837 en Goch, una pequeña ciudad alemana, en una familia cristiana. De sus padres heredó una profunda espiritualidad trinitaria, un profundo amor a Jesús, la devoción al Espíritu Santo y a la Sagrada Escritura. Desde muy pequeño sentía una fuerte vocación para dedicar su vida a los demás. Siendo todavía joven, entró el en seminario diocesano y el 15 de agosto de 1861 fue ordenado sacerdote en la Diócesis de Münster.
Su particular devoción al Sagrado Corazón de Jesús y su intensa vida de oración, originaron en él un celo apostólico misionero, creando una clara conciencia de que la misión de la Iglesia abarca a toda la humanidad. Fue entonces que, respondiendo a la llamada del Señor, y a pesar de las condiciones poco favorables, el 8 de septiembre de 1875 fundó la Casa Misionera en Steyl, Holanda, dando inicio a la Congregación de los Misioneros del Verbo Divino, cuyos miembros son llamados verbitas y SVD (del nombre en latín: Societas Verbi Divini)
Sus palabras inaugurales son recordadas hasta hoy: "Si esta obra tiene algún resultado positivo, agradeceremos humildemente la gracia divina. Si de ella no resulta nada, nos golpearemos el pecho con humildad para reconocer que no éramos dignos de esa gracia". Muchos de sus contemporáneos pensaban que el momento no era oportuno, incluso veían que él no era el más indicado. Se decía: "Arnoldo Janssen la persona equivocada, en el tiempo equivocado, en el lugar equivocado". ¿La persona equivocada?
Arnoldo, como pensaron muchos, quizás no tenía aquellas cualidades personales que normalmente buscan en un fundador de una empresa mundial. Sin embargo, en él se manifestó la gracia de Dios. Cuanto más frágil es el instrumento, tanto más impresionante y poderosa es la gracia de Dios. ¿Actuó en el tiempo y el lugar equivocado? En la década de 1870, la Iglesia Católica en la Alemania de Otto von Bismarck vivió una dolorosa experiencia de persecución, la tristemente célebre "Kulturkampf" (revolución cultural), durante la cual muchos sacerdotes y religiosos, e incluso obispos, fueron encarcelados y expulsados, mientras se cerraban las Iglesias.
Solo en la mente de un loco por Dios podía surgir esta idea misionera. Porque al mundo no lo salvan los grandes intelectuales ni los "poderosos", el cambio lo hacen los hombres visionarios, las personas enamoradas de Dios y de su evangelio. Las grandes obras surgen en la cabeza de las personas inquietas, y están realizadas por hombres decididos y enamorados de la humanidad. Y sin lugar a dudas, Arnoldo era uno de ellos. Murió el 15 de enero de 1909 y el 5 de octubre de 2003, junto al padre José Freinademetz (primer misionero en China), fueron reconocidos santos para la Iglesia por el papa Juan Pablo II. La labor que Arnoldo comenzó aún crece: la Congregación de los Misioneros del Verbo Divino trabaja hoy en más de setenta países y cuenta con más que 6.000 miembros.