“A nadie se le ocurre darle de comer a una rata, pero sí a una paloma”, dice Carlos Tasinato, director de Vectores de la Municipalidad de Rosario, a Mirador Provincial, buscando romper el automatismo con el que muchas personas miran a las palomas: con simpatía, como si fueran parte del paisaje urbano. Pero detrás de esa costumbre hay un problema que crece en la ciudad.
Las palomas se multiplicaron hasta volverse una plaga urbana y hoy ensucian, dañan el mobiliario público y pueden transmitir enfermedades como histoplasmosis, criptococosis o psitacosis, todas asociadas al contacto con sus excrementos o con los hongos y bacterias que se desarrollan en esos espacios.
La liberación de un gavilán en pleno centro de Rosario a principios de septiembre fue apenas una postal de un trabajo más amplio que la Municipalidad sostiene desde hace años. Una estrategia que combina métodos biológicos, productos anticonceptivos y repelentes orgánicos para contener una población que creció al ritmo de la ciudad.
Rosario tiene la ordenanza 7713, donde se prohíbe la matanza de palomas y regula su control.Aun así, la escena con el gavilán no pasó inadvertida: organizaciones proteccionistas presentaron un pedido de informes en el Concejo reclamando “soluciones éticas y sostenibles” y denunciando que el uso de aves rapaces podría poner en riesgo a otras especies.
Tasinato, que lleva más de una década al frente del área de Vectores, no oculta que el control de palomas es uno de los desafíos más complejos que enfrenta Rosario.
“No es que soltás un gavilán y se queda a vivir en el microcentro”, explica. “El ave elige su zona, puede volver o no, pero su sola presencia modifica el comportamiento de las palomas porque saben que hay un depredador y dejan de reproducirse libremente”, agrega el funcionario, y explica que el uso de aves rapaces no reemplaza las otras medidas; las complementa. “Es una carta más del mazo”, dice.
Una ciudad que se volvió ideal para las aves
Esta tensión ocurre por una realidad impensada décadas atrás: las ciudades, y Rosario no es la excepción, se convirtieron en mejores hábitats para muchas aves que el campo. El fenómeno tiene explicación: el avance del monocultivo agrícola, la pérdida de bosques nativos y la eliminación de pasturas que expulsaron a numerosas especies de sus entornos naturales.
“En el campo se despeja y en la ciudad se foresta. Por eso muchas aves encuentran acá mejores condiciones para vivir”, resume Tasinato.
Ecosistema ideal
En Rosario, las palomas hallaron un ecosistema perfecto. El clima templado, la abundancia de alimentos y refugios, los silos del puerto y los balcones de los edificios funcionan como espacios amigables para su reproducción.
Las palomas encontraron en la ciudad condiciones ideales: pocas amenazas y alimento constante.Las especies predominantes son dos: la Columba livia, exótica e introducida por inmigrantes europeos hace más de un siglo, y la Zenaida auriculata, originaria del norte argentino y del sur de Sudamérica, que en los últimos años también colonizó el espacio urbano.
Ambas encontraron en la ciudad condiciones ideales: pocas amenazas, alimento constante y una protección normativa que impide su exterminio. Esa combinación explica por qué, pese a los controles, la población sigue creciendo.
Entre la ley y la costumbre
Rosario tiene la ordenanza 7713, donde se prohíbe la matanza de palomas y regula su control bajo criterios sanitarios y éticos. A nivel nacional, la Ley Sarmiento (14.346) también ampara a las aves, castigando cualquier maltrato o acto cruel. Incluso el Servicio Nacional de Sanidad (Senasa) las considera especies protegidas.
Por eso, las acciones del municipio se apoyan en estrategias de manejo no letales: el uso de repelentes orgánicos en árboles para evitar anidamientos, la aplicación de productos que interfieren la formación de los huevos y la instalación de dispositivos que limitan el acceso a zonas sensibles, como cornisas y techos de edificios públicos.
Uno de los métodos más llamativos es la aplicación controlada de nicarbacina, un fármaco que en bajas dosis funciona como anticonceptivo en las aves. “Se lo mezcla con el alimento de las palomas y actúa impidiendo la síntesis del calcio que forma la cáscara del huevo”, detalla Tasinato. Es un tratamiento de control de natalidad, no un veneno, y requiere continuidad para mostrar resultados.
Rosario tiene la ordenanza 7713, donde se prohíbe la matanza de palomas y regula su control.El municipio también utiliza repelentes naturales sobre determinados parques y plazas. Apuntan al arbolado urbano para desalentar el anidamiento. Especialmente en zonas donde las palomas generan conflictos con la limpieza y el mobiliario.
¿Por qué cuidamos a una plaga?
La Columba livia es una especie de paloma que fue introducida como paloma mensajera y, durante años, tuvo un valor simbólico y estratégico. Su papel en las guerras, llevando mensajes entre frentes, la volvió una especie respetada y su sacrificio quedó prohibido por ley. Ese resguardo legal, que en su momento respondía a una necesidad militar y comunicacional, hoy se mantiene por inercia cultural.
“Las condiciones urbanas la transformaron en una plaga con atributos sanitarios y ambientales muy distintos”, argumenta Tasinato.
Reclamo proteccionista
Aun con esta información, desde la ONG Protectora Rosario, presentaron un expediente en la Comisión de Ecología del Concejo Municipal para saber más sobre la suelta del gavilán y pidieron por soluciones “éticas y sostenibles”.
En un comunicado desde la organización advirtieron que “la introducción de aves rapaces puede traer más problemas que soluciones a mediano y largo plazo”, y recordaron que existe una ordenanza “más humanitaria” que prioriza el uso de anticonceptivos como el Ovistop, ampliamente probado en otras ciudades del mundo.
“Sabemos que las palomas son un problema, pero creemos que hay formas de resolverlo sin generar nuevos riesgos para pequeños mamíferos o aves locales”, señalaron.
El expediente ingresado al Concejo pide, además, que el Ejecutivo responda si se cumplió con los protocolos de fauna urbana y qué seguimiento se hará del gavilán, que había sido rehabilitado en la Granja La Esmeralda de la capital santafesina, donde habitualmente recalan los animales silvestres que son hallados en las ciudades.
Desde el área de Vectores aseguraron que cada acción se realiza en coordinación con autoridades de Medio Ambiente y bajo supervisión técnica. El funcionario insiste en que la clave está en reducir las fuentes de alimento.
“Las ciudades son ricas en desperdicios, y eso las alimenta. Mientras haya comida disponible, las palomas van a estar. El control real empieza por no darles de comer.”
El fenómeno de las palomas no está aislado. Rosario también convive con colonias de murciélagos, cotorras, loros y estorninos, especies que encontraron refugio en los árboles y edificios de la ciudad.
El municipio mantiene protocolos específicos para cada una. En el caso de los murciélagos, una ordenanza local los protege por su rol ecológico: consumen grandes cantidades de insectos y ayudan a controlar mosquitos, incluido el Aedes aegypti, vector del dengue, del que en breve las autoridades esperan tener las primeras alertas de la temporada de calor.